lunes, 7 de noviembre de 2011

Relato de Susan Romero

En Galicia, los castaños son unos árboles un poco especiales a mi parecer. Tienen un porte muy señorial, sus troncos son gruesos e imponentes, las arrugas que los surcan son muy llamativas y cuando florecen,  sus verdes copas se vuelven maravillosamente doradas.
Existe una  leyenda que cuenta cómo un castaño de enorme copa albergó durante una noche a un rey guerrero y a todos sus soldados -eran cientos- tras una ruda batalla.......
 Fueron árboles muy  apreciados en tiempos duros  por su fruto, la castaña, tan rica y nutritiva, cuando escaseaban los alimentos -malas cosechas, guerras- y desde épocas remotas también era frecuente que aquellos ejemplares más valiosos fueran rodeados de un corro de piedras para indicar que tenían dueño, e impedir que las alimañas se comieran los frutos caídos antes de la recolección. Por su gran tamaño y longevidad quizás, el castaño así como muchos otros árboles han sido considerados como símbolos sagrados, incorporándolos a ritos y tradiciones desde muy antiguo.
 Son varias las especies de castaños repartidas por los distintos continentes. Galicia, por sus temperaturas suaves y copiosas lluvias, reúne las condiciones más favorables. En la Ribeira Sacra se hallan ejemplares hermosísimos.
 Pero.........  cerca de la ría de Ortigueira  se encuentra un castaño singular; no destaca por tener un porte excesivamente grande, ni su copa es demasiado extensa.... Es un árbol muy afortunado, pues a pesar de que está sólo en medio de una pequeña finca, tiene unos cuidadores estupendos que acogen amorosamente a todos aquellos que deciden ir a visitar aquel lugar.
 Es un ejemplar único de Castaño Dormilón, una especie entrañable por su hospitalaria fronda,  por la alegría con la que se mueven sus hojas al viento,  la delicadeza de sus ramas y la paz encantadora que se propaga a su alrededor.
 Si te acercas al Castaño, siempre querrás regresar a él...

viernes, 4 de noviembre de 2011

Relato enviado por Salman y Mª del Mar.

Bajaba Aurelio por el sendero apoyado en su viejo callao mientras no quitaba su triste mirada al castaño dormilón y diciéndose a sí mismo: ¿te das cuenta de cómo han pasado los años?
Se acordaba de aquél 1.927 cuando el anciano maestro Andrés cogió dos semillas de castaño  y las plantó queriendo explicar a los alumnos lo maravillosa y milagrosa que es la naturaleza. Ese mismo año conoció a Isabel,  ¡Qué inocentes eran!
 Al dejar la escuela, esas dos plantas se habían transformado en sendos árboles, uno más grande que el otro; al pequeño lo llamaron “el castaño dormilón”. Cuántas veces había correteado con Isabel a su alrededor, había perdido la cuenta. Y cuántas tardes de verano se habían sentado a su sombra a leer o a jugar a las cartas. Con el paso de los años ese árbol  se había convertido en testigo de lujo de sus vidas, formaba parte de su historia, como si se tratara de un compañero de fatigas.
También se acordaba de lo duro que fueron los años posteriores a la guerra, donde había perdido a muchos seres queridos tras el bombardeo sufrido. Milagrosamente, el castaño dormilón no había sufrido ningún daño, a pesar de los intensos incendios provocados por las bombas.
Llegaron años de tranquilidad. La vida se reducía a cosas cotidianas. Los veranos, siempre que podían, acudían  al árbol a disfrutar de su sombra, del frescor que provocaba el viento cuando atravesaba sus hojas, del olor de la hierba que se extendía a sus pies… Cuánto daría por volver a vivir esas sensaciones junto a Isabel.
Pero Isabel, mi vida, ahora ya no estás aquí. Te fuiste lejos, aunque te siento cerca, porque siempre estarás cerca.
Querido castaño dormilón, eres el único que sabe que Isabel está aquí a tus pies. Te pido, por favor, que  cuando llegue la hora, recibas mis cenizas con el mismo cariño y que nos permitas descansar a tu lado.
Se dio la vuelta en el camino y cuando anduvo varios pasos giró la cabeza fijando la mirada en el castaño, en ese preciso instante el viento agitó una de sus ramas como si de un guiño se tratara, provocando una emocionada sonrisa en la cara arrugada del anciano.
Mi querido castaño dormilón, no tengo más que palabras de agradecimiento hacia ti.

Relato enviado por Fran y Elena

Xan y Martiña estaban  en la puerta de la escuela a finales de la primavera, eran los últimos días de clase, y el sol calentaba dulcemente sus cuerpos mientras sentados en el banco de la entrada comentaban:” Xan, ¿Qué pasará  el curso que viene?, me han dicho que van a cerrar la escuela porque ya no hay niños suficientes para el próximo año”. Xan calló por un momento, Martiña era su amor platónico, le corrió por su largo cuerpo adolescente un  escalofrió, y pensó por un momento que ya no tendría oportunidad de comunicar sus sentimientos a su amor secreto. Sus vidas se iban a separar para siempre, sus padres no se lo habían dicho, pero los había oído hablar desde su habitación una noche de invierno, decidiendo emigrar a otra tierra en busca de nuevas oportunidades. Xan solo supo decir:”No lo sé, preguntaré al maestro”.
Hacía muchos años, en el bosque se oyó la llegada de hombres con artilugios que hicieron temblar a los habitantes arbóreos del bosque. Aquello significaba dolor para alguno de los arboles más fuertes y grandes. Así fue como castaño Mayor fue amputado por el pie y convertido en viga de techo, en marco de ventana y en tarima de suelo. Sus amigos del bosque le echaron de menos. Lo que no sabían es que castaño Mayor iba a ser muy feliz.Siempre, pensó, estaré rodeado de niños, ¿se puede pedir más? Esas risas tras las ventanas, esas carreras por los pasillos y escaleras, los recreos con sus juegos, ¡ah¡ y por supuesto las lecciones de Don Antonioque tanto me enseñarán, en fin castaño Mayor estaba muy contento.
Pasaron muchos años y toda su  alma de madera cumplió su cometido a la perfección, protegiendo el tejado, no dejando pasar el frio por sus ventanas y resistiendo el zapateo y alpargateo diario de niños y maestro.
Martiña le comenta  con pena interior: “Dicen  en el lavadero que tu familia se va a ir a Barcelona después del verano”. Xan, taciturno, contesta: “Se lo preguntaré al maestro”. Martiña abriendo los ojos hierba de primavera temprana le dice “Pero Xan será a tu padre a quien tienes que preguntar”. Xan sonríe tenuemente, pero no dice nada.
El Castaño Mayor era conocido en el valle como el más feliz de los arboles, siempre estaba alegre, los veranos por el sol, los inviernos por los niños. Pero después del últimoverano algo pasó, no rechinó la puerta en septiembre dejando pasar ese nuevo aire casi de otoño, el maestro no subía las escaleras y sobre todo había un silencio sepulcral,  faltaba el guirigay de los niños esperando a entrar en la escuela. Castaño Mayor no salía de su asombro. Pasaron los meses y tambien los años, sus rojos marcos de ventana ennegrecieron, sus tarimas se llenaron de polvo y sus graciosas vigas languidecieron lacias y sin brillo. En el bosque ya no volvieron a saber de castaño Mayor y pensaron ¿se habrá dormido? Y a partir de entonces cuando contaban historias de él, lo llamaban el Castaño Dormilón.
Hoy hay dos personas sentadas a la puerta de la escuela, están serenas, descansando los años que si pasaron, y ella con la mirada madura del tiempo, con los ojos verdes  que nunca perdieron su brillo, le mira a la cara con ternura y le pregunta: Xan ¿te acuerdas de don Antonio, nuestro maestro? Xan le devuelve la mirada y sonríe, pero no dice nada… solo recuerda, en su interior, porque le  respondió a Martiña con aquel”Le preguntaré al maestro”. Por aquel entonces  Don Antonio hablo con el padre de Xan, sabiendo que emigraban, le pidió que hicieran un esfuerzo para que Xan pudiera estudiar en la escuela superior de la provincia, que el chico valía.Mi padre agachó la cabeza, salió de la escuela, hablo con madre y me dijo” Xan, creo que te vas a quedar aquí de momento, solo te pido una cosa: aprovecha esta oportunidad porque los tiempos que vienen son duros para nosotros, pero tu mereces poder cambiar de vida”.
Martiña y Xan suben a su habitación del hotel nuevo de la vieja escuela y sentados contemplan las vigas retorcidas del techo abuhardillado, se miran y sonríen, pero no saben por qué.
En el bosque están contentos,Castaño Mayor, ahora para siempre castaño Dormilón, ha dado señales de vida. Sus vigas, ayer lacias y polvorientas se retuercen de alegría con las nuevas historias que contempla.

Francisco Hermán Andrés Hoyuelos
Móstoles 27 de Octubre de 2011